Bienvenidos y Bienvenidas

Hola, los invitamos a recorrer constantemente esta sección del blog, porque como todo en la vida, según el día uno puede sacar diferentes enseñanzas ^^.

La Guerra Y La Paz (Amor Y Separación)

A veces las rupturas matrimoniales provocan pasiones de tal intensidad que los cónyuges pierden la cabeza e inician una guerra santa capaz de destruir todo lo que alguna vez construyeron en conjunto. Cuesta entender cómo dos personas que un día se amaron puedan llegar a detestarse tanto. Invadidos por el despecho, la desolación o el remordimiento, comienzan una escalada de disputas sin fin ya sea por los niños, los bienes, los gastos, los muebles, los amigos, las costumbres y los platos. Cegados por el ego herido o el ánimo de revancha, incluso personas sensatas y nobles se involucran en venenosas ofensas y crueles venganzas. En una atmósfera cargada de tensión y dolor, cualquier diferencia se convierte en un duelo a muerte. En vez del luto que sigue a toda pérdida, cunden las descalificaciones y las rabias. Los enamorados de ayer, enfrascados en su lucha, hoy están dispuestos a matarse.


Las peleas cumplen distintas funciones en las rupturas matrimoniales. En primer lugar, la convivencia cotidiana, buena o mala, provee a los consortes de múltiples oportunidades de contacto. Una vez ocurrida la separación los canales de comunicación quedan reducidos a dos: el dinero y los niños. No es de extrañar entonces que estos canales se recarguen y recalienten e, inconscientemente, se conviertan en medios para ventilar heridas abiertas y ajustar cuentas pendientes. También el conflicto desenfrenado puede servir para aliviarles a algunos el remordimiento. Se convencen así de que las limitaciones de la relación son insuperables y, por ende, de la bondad de su decisión. A otros, las batallas eternas les permiten seguir en contacto sin tener que admitirse a sí mismos cuánto necesitan aún la conexión entre ellos. Y muchos, buscando negar la culpa que sienten por su responsabilidad en el quiebre, hacen trizas todo vestigio del amor que alguna vez hubo. Por el contrario, quienes se sienten más perjudicados pueden intentar resarcirse del dolor haciéndose justicia con sus propias manos. Tampoco faltan quienes prefieren cual­quier forma de estropicio o autodestrucción con tal que su ex consorte no sea feliz en su ausencia. Por último, el encono puede ser un modo de encubrir la congoja que se experimenta al tomar cabal conciencia de que ya no se cuenta con el otro, y que se han perdido irremediablemente derechos y gustos a los que se estaba habituado. Porque lo que se rompe no es sólo un vínculo sino la historia completa de un mundo compartido.

Las rupturas amorosas, gústenos o no, son estresantes y traumáticas y las separaciones amistosas constituyen raras excepciones. Pero aunque la ira y el despecho sean comprensibles, nada justifica que los amantes de antaño ahora se descontrolen y se desgarren a pedazos. Por eso usted que está tan enojado y en pie de guerra, entienda que detrás de tanta rabia sólo hay dolor y desconsuelo. Busque apoyo, declárese temporalmente en estado de interdicción y reconozca su incapacidad para pensar con claridad y tomar decisiones justas. Suspenda inmediatamente los bombardeos, los atentados suicidas y los actos terroristas. Busque mediadores y trate por cualquier medio de firmar un acuerdo de paz, aunque sólo sea la paz de los enemigos. Esa que impide que se siga repartiendo daño a diestra y siniestra y que, por lo menos, logra el control de las hostilidades y la regulación de los conflictos. Haga un esfuerzo, permítale al tiempo hacer su trabajo hasta apaciguar los ánimos. Progresivamente irán surgiendo la concordia y el diálogo propios de quienes son sobrevivientes de un mismo naufragio. Verá que, con buena voluntad, es posible restablecer de a poco una convivencia saludable y amistosa. O sea la paz verdadera, única capaz de serenar el alma y limpiarla de todo rencor. Lo que antes unió el amor, no lo separe ahora el odio.